Había una vez una pata, la más engreída del corral, se jactaba de empollar los patitos más lindos del corral y del vecindario. Eso la hacían una pata petulante, maltrataba a las otras, sobre todo a las más viejas. La dueña, una señora gorda y bonachona, quiso aplicarle una buena lección a la engreída; se consiguió un huevo de cisne,estaba a punto de empollar al igual que los huevos de la petulante pata.
Todos los animales de la granja estaban deseosos de ver a los hermosos patitos que nacerían. Cuando todos los cascarones terminaron por abrirse la mamá pata abrigó a todas sus crías, pero al darse cuenta que entre ellos había un “patito” feo, gordo y con el cuello más largo que el de todos,no quiso ni dirigirle la mirada, se sentía avergonzada de haber traído al mundo a un animal tan desastroso. Las demás patas le increpaban su soberbia y le decían que se merecía lo que le estaba pasando. El patio feo fue creciendo con el desprecio y la indiferencia de su madre y de sus hermanos .La señora, quien había planificado todo, decidió regresar al patito a su verdadera familia. Pero cuando así lo hizo, la mamá cisne no reconoció a su pequeñuelo, lo veía con recelo. Notaba que físicamente sí era un cisne pero no se comportaba como tal. El pequeño cisne patito también se sentía incomodo en su nueva familia. Por otro lado en la granja de la señora, todos los animales, menos la pata engreída y su hijos, extrañaban al “patito feo”. Extrañaban su particular figura y aspecto de ser un patito. Pasado una semana el patio feo pudo aprender a ser un cisne de verdad .La inflada pata aprendió la lección y no supo mas de aquella cría que le había enseñado a ser humilde.
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