martes, 23 de agosto de 2011

PRIMERA VERSIÓN DE BLANCA NIEVES Y LOS SIETE ENANITOS.

Había una vez una niña muy bonita, una pequeña princesa que tenía un cutis blanco como la nieve y un corazón tan dulce como la miel, así como unos  labios y mejillas rojos como la sangre, cabellos negros como el azabache y su mirada era tan luminosa como la aurora .Su nombre era Blancanieves.
 A medida que crecía la princesa, su belleza aumentaba día tras día, hasta que su madrastra, la reina, se puso muy celosa, porque ella se jactaba de ser la mujer más bella del reino…
Todos los días le preguntaba al sol quien era quién era la más bella del reino, al que el sol le contestaba:
- Tú eres la más hermosa de todas las mujeres, reina mía.
El tiempo fue pasando hasta que un día el sol  contestó que la más bella del reino era Blancanieves. La reina, llena  de rabia, ordenó a un sirviente el más ogro  de todos a que llevase a Blancanieves al bosque y que la matara. Y como prueba traería su corazón en un cofre. El sirviente   llevó a Blancanieves al bosque pero cuando allí llegaron él sintió lástima de la joven, al ver en ella tanta hermosura y ternura,  le aconsejó que se marchara pero  muy lejos del castillo, llevando en el cofre el corazón de un cerdo.
Blancanieves, al verse sola, sintió mucho miedo porque tuvo que pasar la noche andando  desesperadamente  entre espinos y piedras puntiagudas  por la oscuridad del bosque, en busca de una casa donde pueda descansar. Al amanecer, descubrió una preciosa casita, todo era diminuto en la casita, pero tan primoroso y limpio, que entró sin pensarlo dos veces.
Los muebles y objetos de la casita eran pequeñísimos. Había siete platitos en la mesa, siete panecillos, siete vasitos,  siete camitas  y cobijas en la alcoba, dónde Blancanieves, después de juntarlas, se acostó quedando profundamente dormida durante todo el día.
Al atardecer, llegaron los dueños de la casa. Eran siete enanitos ladronzuelos que aprovechaban el día y su diminuto tamaño para engañar a muchas personas. Se quedaron admirados al descubrir a Blancanieves, pero no por su belleza, sino por sus prendas de tan fina calidad y por sus hermosas joyas de oro que Blancanieves traía consigo. Aprovechando la ternura  e inocencia  de la pequeña, le preguntaron qué es lo que ella buscaba en su casa, a lo que ella llorando les contó toda su triste historia. Ellos le hicieron creer que los conmovió con su historia, mostrando un gesto de solidaridad fingida, mediante un abrazo  y un beso, pidiéndole  a  la niña que se quedase con ellos. Blancanieves aceptó y se quedó a vivir con ellos.
Aprovechando la noche, los pequeños ladronzuelos  prepararon una rica cena: bizcochuelos con  manjar y un exquisito te, bebida en la cual echaron un frasco de brebaje  envenenado. Luego de adueñarse de las joyas y prendas de la pequeña, decidieron llevarla al otro lado del bosque, dejándola en una montaña.
Mientras tanto, en el castillo, la reina se puso otra vez muy furiosa al descubrir, a través del sol, que Blancanieves todavía vivía y que era mil veces más bella que ella, ante esta noticia a  la malvada  se le torció la cara  quedando fea.
Unos días después, apareció por allí un príncipe a lomos de un caballo. Y nada más contemplar a Blancanieves tirada en lo alto de la montaña, quedó prendado de ella, besándola en la mejilla, Blancanieves volvió a la vida, pues el beso de amor que le había dado el príncipe fue profundo y verdadero.
Blancanieves se casó con el príncipe  y gustosa fue a invitar a la malvada a su boda, en un primer momento se negó, pero como dice el dicho, la curiosidad mato al gato, ella fue un gato y asistió, tal fue la impresión que le dio un infarto y murió.

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